Tengo un gran problema, y es que cada vez que voy a comprar telas acabo enamorada de miles de preciosidades que no puedo evitar traerme a casa.

Compro telas porque me parecen bonitas, porque me llaman la atención los colores, o porque encuentro alguna maravilla en la sección de retales rebajados, todo esto sin tener ningún proyecto en mente, simplemente porque sí. (Que digo yo, unos coleccionan sellos, y yo colecciono telas y lanas… que le vamos a hacer)

En esto de la costura yo estoy la mar de verde, aunque tengo en la familia dos expertas en la materia que poco a poco me van enseñando a hacer cositas. El caso es que hasta ahora siempre mi madre me tiene que echar una mano porque me atasco con algunas cosas y me desespero, porque yo soy de las que «quiero hacer esto y quiero acabarlo ya», y si no luego los proyectos se quedan en eso, en cosas a medidas metidas en los armarios. ¡Y no puede ser!

Y es que esta primavera curioseando por Pinterest me encontré con un tutorial la mar de sencillo para hacerse un kimono, y yo había encontrado una tela preciosa de flores con una caída maravillosa que estaba hecha como anillo al dedo para ese proyecto. ¿Os acordáis de ella? Os la enseñe en Instagram.

Quería hacerlo para aprovechar mis últimas semanas de embarazo, y aunque lo terminé antes de que Lucía naciera, con estos calores repentinos casi no lo he usado, aunque lo tengo bien guardadito para ponérmelo con cualquier excusa, porque me encanta como ha quedado.

Para las que como yo no son grandes expertas con la máquina de coser, no os preocupéis porque es realmente sencillo de hacer, como podéis ver en el blog de Brit+Co. Yo adapté mi trozo de tela y salió un poco más corto, y además decidí redondear los picos delanteros.

¿Qué os parece?